Todo sigue igual
Jaime Irra Carceda
Es bueno hablar con uno mismo.
Para eso sirve el espejo.
Cortar pelos de la nariz,
arrancar canas de las cejas,
ver arrugas de los años,
extirpar una, dos espinillas.
Luego, lavarse la boca,
dejar la pijama,
darse un baño con agua fría,
vestirse de mezclilla,
tomar pastillas de hipertenso,
salir a la calle, ir al café.
Escuchar la discusión
entre chairos y fifís
que divierten hasta la carcajada,
entrarle a la compostura del mundo.
Iniciar la chamba cotidiana
y ver pasar la tarde, la noche,
dormir y soñar con la felicidad
para despertar en la mañana
con buen humor.
Todo sigue igual… parece.
Ahí están las noticias que aterran,
la mortandad, la pobreza que duele,
el inframundo de los locos,
de los pordioseros
que deambulan por las calles
y comen en botes de basura.
Los discursos del antes y el después
no sirven para nada…
todo parece igual.
He hablado conmigo,
con nadie más.